Como se suele decir, “hecha la ley, hecha la trampa“. Algo así debió haber pensado la minoría demócrata en el Senado norteamericano cuando, en 1841, aprovechando la normativa de la cámara, que no limitaba el tiempo de intervención de los senadores, decidió bloquear una ley sobre la banca propuesta por los conservadores, extendiendo indefinidamente el debate, con el fin de impedir que se llegara a una votación. De esta forma, había nacido una nueva arma parlamentaria: el filibusterismo o obstruccionismo.
Su funcionamiento es sencillo: cuando un senador o grupo de senadores quieren retrasar o impedir la aprobación de un acto legislativo, pueden optar por intervenir en el debate durante horas y horas, aprovechando que el reglamento así lo permite, siempre que no se sienten o se detengan. De hecho, ni siquiera es necesario debatir sobre el contenido de la propia ley: en la mayoría de los casos, los senadores se dedican a leer en voz alta novelas o libros de cocina.
El peligro de esta práctica yace en que puede desencadenar la paralización del senado durante largos períodos de tiempo: por ejemplo, en 1957, un único senador, el demócrata Strom Thurmond, resistió 24 horas y 18 minutos hablando sin parar. Turnándose, los senadores pueden conseguir que el filibusterismo dure varios días. Además, únicamente se puede detener el debate mediante la aprobación de una moción de clausura, que debe ser aprobada por dos tercios de los presentes: una mayoría cualificada, muy difícil de conseguir, y que en la práctica otorga un enorme poder a las minorías parlamentarias.
Pese a que a muchos estas prácticas nos pueden parecer anticuadas y fuera de lugar, lo cierto es que el obstruccionismo en el Senado norteamericano ha repuntado desde la década de los 90. De hecho, desde las elecciones legislativas 2006, en que los demócratas obtuvieron una frágil mayoría, se ha convertido en una práctica habitual de los republicanos para bloquear la legislación más progresista.
Pero hay muchas más formas de ‘filibusterismo’: en la actualidad, se considera así a cualquier tipo de práctica de obstruccionismo parlamentario en que una minoría, haciendo uso de determinadas reglas que les protegen de la mayoría, ejercen un poder veto sobredimensionado a su verdadera representación. Es lo que se conoce también como ‘tiranía de la minoría‘, y que en el caso español podría aplicarse al bloqueo en la renovación del CGPJ por parte del PP.
En España también han existido ‘filibusteros’ muy famosos, en el sentido más estricto del termino. Durante la II República, el primer diputado comunista, Cayetano Bolívar, empleó habitualmente su turno de palabra, ante lo que se preveía como una votación ajustada, para leer obras como el Manifiesto Comunista o El Capital. Los diputados de derecha, indignados, abandonaban el hemiciclo como señal de protesta. Y era justo entonces cuando Bolívar acababa su turno de palabra, pasándose a la votación antes de que todos los diputados estuvieran en la sala y, consecuentemente, obteniendo un resultado favorable a la izquierda.
1 comentario:
Vi una pelicula sobre eso con Henry fonda haciendo de "filibustero" y era el bueno. No recuerdo el título
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