Uno de los argumentos preferidos por los creacionistas es la armonía que impera en la naturaleza; la perfecta forma en que todos los seres vivos están construidos para cumplir su papel en el ciclo de la vida evidencia la presencia de un ser superior. Un creador debe haberse encargado del trabajo pues es imposible que un sistema tan preciso y funcional haya surgido de otro modo. Algunos creacionistas disfrazaron sus ideas de ciencia para poder exigir que sean enseñadas en las escuelas y, en lugar de creacionismo, las llamaron Diseño Inteligente. La diferencia es nula, para los partidarios de D.I. los seres vivos presentan pruebas de haber sido diseñados por un ser superior: el Gran Relojero, Dios.
Según ellos, si nos encontramos con un reloj debemos presuponer la existencia de un relojero que lo haya fabricado y extienden esta metáfora a la naturaleza. ¿Acaso un ojo humano no es una perfecta máquina en la que cada uno de sus componentes funciona con precisión y exactitud? El ojo es el ejemplo preferido por los creacionistas; argumentan que pone en entredicho la evolución y prueba la existencia de un diseñador. Ya que medio ojo no tiene sentido alguno, debió ser creado en su forma actual en lugar de haber evolucionado gradualmente. En realidad, medio ojo o, por ejemplo, un grupo de células fotosensibles puede que no tenga sentido para un creacionista, pero para el organismo que se vale de ellas para detectar la sombra o el movimiento de un depredador suponen la diferencia entre ser devorado o escapar, pero volveremos al ojo más adelante.
En realidad la figura del Gran Relojero no funciona en absoluto como símil de la evolución. El Gran Chapucero sería mucho más acertado. Mas que un pulcro diseñador que hace engranajes precisos, la evolución se asemeja a un manitas que corta, pega, mueve, alarga o encoge las piezas con las que hace su trabajo y muy pocas veces diseña realmente algo nuevo.
Darwin comprendió esto muy pronto y lo usaba para defenderse del creacionismo. Mientras otros científicos exhibían los grandes aciertos de la evolución ante los críticos, él se centraba en poner de relieve las redundancias, los apaños, los órganos vestigiales e incluso las imperfecciones. Después de todo, pocos creacionistas estaban dispuestos a admitir que su omnipotente Dios, a la hora de crear a los seres vivos, se había comportado, en lugar de como el Perfecto Diseñador Cósmico, como una especie de Pepe Gotera divino.
En este artículo no voy a mostrar el traspiés de ningún científico ni el fraude de algún oportunista. Las chapuzas que voy a mostrar son responsabilidad única y exclusiva de la maravillosa naturaleza.
El resto del artículo en Un barco mas grande
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